Escrita y dirigida por Fabiana Charlo, la obra vuelve a apostar al concepto de las mariposas como una exquisita metáfora en la que se combinan fugacidad y belleza junto al dolor que supone la inevitable transformación que impone el viaje de la vida. El signo que configura la gran paradoja de la vida: el momento de mayor esplendor está marcado por su inminente final.
En su obra, los tópicos literarios se presentan como evidencia de lo inevitable, pero sin drama. El planteo escénico en el que un personaje se despliega en 6 cuerpos con 6 perspectivas distintas, nos habilita una mirada caleidoscópica de lo humano. No somos uno, no vivimos la realidad de una manera única e inamovible. Esa cuestión, tal vez algo obvia, se aborda, aquí, desde lo lúdico de tal forma que el espectador queda atrapado en la trama, pensándose a salvo mientras se ve espejado en la desolación del personaje. La fragilidad, que propone el relato, no es solo una consecuencia de la fugacidad, sino también y conjuntamente, es producto de la crudeza que supone el desgarro, las pérdidas, el abandono y frente a esos terremotos emocionales, la necesidad de tomar una decisión. El / los personajes tienen la intensidad de las mariposas, pero cargan con el peso de la consciencia del tiempo. Para soportar esa verdad necesitan salir del punto fijo, tienen que moverse para romper con algo, para respirar de nuevo, tienen que salir de la “crisálida”. Escapar como signo de transformación, en busca de lo inefable.
Entonces se inicia el viaje, a través de una ciudad que se configura en personaje también. El ambiente de Montevideo tiene una participación que da marco a la historia. Los rincones, aparentemente sencillos, adquieren una carga poética que envuelve a los cuerpos escénicos. El territorio transitado surge, en las referencias, como una dimensión material que las empuja y las ampara. Sale/n, sin recursos, insatisfecha/s de su vida y en una soledad habitada. Se va y se van en un auto que no sabe/n manejar y sin horizonte claro. Una vez más irrumpe la ilusión de la metáfora en escena, en la que el soporte material del vehículo no es otra cosa más que la existencia desordenada en un cuerpo que da un salto para salvarse.
– Necesito aclarar la disrupción del número de personajes en escena que interpelan mi forma de escribir, cuando quiero delimitar la cantidad por lo que la trama impone frente a la historia que se desarrolla en la puesta, pero ni la aclaración, ni la disrupción de la escritura son necesarias-
La historia gira en torno a los dilemas personales de su protagonista, la cual se enfrenta a las dificultades de la vida con un espíritu de búsqueda y con la certeza de que no siempre encontrará respuestas fáciles. El conflicto central es la lucha interna que, como ya señalamos, podemos ver desde varios puntos de vista. Cada uno de ellos, anclado en sus propios miedos, sus propias carencias y deseos, lo que dificulta las decisiones necesarias para avanzar, si es que ese es el objetivo.
La dramaturgia de Charlo se caracteriza por un estilo de diálogos fluidos y cargados de simbolismos, lo que hace que cada intervención se convierta en una pieza clave en el desarrollo emocional de los personajes.
En principio, la obra presenta cinco personajes, que serán los mismos de Crisálida, pero ahora atreviéndose a existir, en la soledad de su propio vuelo. De repente entra en escena, de forma inesperada, otro componente – representado por Noelia Campo- que llega a interpelar desde un nuevo lugar. Parece haber estado escondida, pero en el instante donde todo puede salir mal, aparece, aportando una dinámica que cambia el clima. Seis personajes en escena que no necesitan ir en busca de un autor, tan distintos en todo y, aun así, desde la mirada compositiva del público que teje líneas – textuales y visuales – se convierten en uno. El trabajo de las actrices no tiene la mínima fisura, todo fluye perfectamente. Los cuerpos escénicos perfilan, desde el rostro a la columna, la construcción coreográfica del personaje central en un ambiente en el que lo inexplicable se mezcla con lo tangible de forma casi natural.
La referencia a las mariposas subyace la obra, mientras vemos el proceso de cambio y evolución del personaje, marcado por el dolor y la incomodidad. Dos anclajes emocionales que, en la puesta, son hábilmente entramadas para llevar al espectador de la tensión a la liviandad, a través del humor. Las mariposas son, en ese viaje, el anhelo de libertad que parece utopía y la visión de ese hilo fino – compartida por todos- que, más tarde o más temprano, se corta para siempre.
Mientras asistimos a las dudas, los cuestionamientos, a la lucha interna de cómo seguir o si es posible hacerlo, nos enfrentamos solos, desde la butaca de la platea, a esa dimensión inasible que es el paso del tiempo, pero también, a esa terca insistencia de seguir, que nos propone la vida. Al final salimos del teatro cargados de sentidos, y con una sensación de ser mariposas, capaces de tanta maravilla en apenas un día.
Las mariposas solo viven un día, escrita y dirigida por Fabiana Charlo.
Actúan: Sara de los Santos, Sara Bessio, Adriana Do Reis, Alejandra Aceredo, Giuliana Delfino y Noelia Campo.
Fotografía de Alejandro Persichetti
La obra va en la Sala China Zorrilla del Teatro Alianza, los días viernes a las 21 horas.