Amo los gestos imprecisos,
al que tropieza,
al que derrama un vaso,
al que no recuerda y es distraído,
al centinela que no puede evitar
la leve palpitación de los parpados,
les tengo cariño
porque en ellos veo el temblor,
el conocido tintineo
del mecanismo roto.
Valerio Magrelli
En esta estrofa, el poeta ha sabido sintetizar algunos de los recursos fundamentales de la comicidad.
Salvar las apariencias. Cuidar la imagen.
Albert Einstein, no sé si será cierto o no, pero sirve como ejemplo, en una clase escribió en el pizarrón la tabla de multiplicar del nueve. Nueve por uno nueve, dos por nueve dieciocho, así sucesivamente, hasta decir nueve por diez noventa y uno.
Ahí todos los alumnos rieron. Por supuesto, por el error cometido.
Lo que él quería mostrar es que, acertando nueve veces, a nadie le llamó la atención, ni lo felicitaron. Sin embargo, falló una de diez y todos se rieron.
Pareciese que, en la vida cotidiana, siempre tenemos como trasfondo el error potencial.
Nos gusta ver el error. Hacer caer en el error. Buscar errores.
La risa en esos casos, da cuenta de la ruptura de la imagen idealizada que se tenía de la persona.
Por eso, estamos atentos a cuidar nuestra imagen. Esa que proyectamos hacia los demás cuando entramos en una interacción.
La imprecisión es prima hermana de la torpeza.
Amo los gestos imprecisos,
al que tropieza,
al que derrama un vaso...
Nos reímos de lo que no sale bien. O de lo que sale bien de casualidad. Porque la gran habilidad no nos produce gracia, sino admiración.
A medida que vamos creciendo, tanto el cachorro animal como el humano, pasa de la motricidad gruesa a la fina. De la gran torpeza a la precisión. De no saber, a poder anticipar los movimientos de los objetos. Atajarlos para que no se rompan, esquivarlos para que no nos lastimen o nos golpeen.
Por eso, nos da gracia la imprecisión en la acción. Querer levantar algo muy pesado creyendo que es liviano o, por el contrario, demasiado liviano y preparan el cuerpo para un gran esfuerzo. Esto puede ser perdonado en un niño, pero no en un adulto. Y genera esa torpeza de superficie que puede suscitar la risa.
Algo que se me cae, que no llego a tiempo para agarrar. Que me mancha o mancho.
Derramar, manchar, mancharse, ensuciar, mojar. Es uno de los juegos del clown, de los payasos. El famoso momento del balde, en el que parece que tiene agua y es lanzado al público. Pero en realidad está lleno de papel picado.
En los dibujos animados cuando al personaje se le explota una bomba en la cara nunca se lo muestra herido. Más bien desarreglado, despeinado, con la ropa rota y con el rostro manchado. Atenta directamente contra la imagen.
La distracción como contra partida de la circunspección.
al que no recuerda y es distraído…
A medida nos vamos socializando aprendemos a ser circunspectos. Los niños todavía no lo son. Es esa habilidad de prestar atención a nuestro alrededor, sin dejar de hacer lo que estamos haciendo. Tenemos dos extremos. Si estamos demasiado atentos a nuestro alrededor, nos volvemos paranoicos y no podemos hacer nada. Pero la falta de circunspección, puede desembocar en la distracción, que es el otro extremo. Lo que evita los tropiezos, los choques, las caídas, etc.
El distraído que se tropieza o que se cae en un pozo. Imagen por antonomasia del filósofo.
La memoria también es una aliada en la vida cotidiana. El no recordar que se hizo o se dijo, hace un momento, puedo generar confusión en los demás, pero también risa. Por ejemplo, volver a contar lo mismo una y otra vez, sin recordar que ya lo dijimos.
Sobre todo, en la comicidad, se utiliza el recurso de la falta de memoria inmediata.
El Chavo del ocho juega en ese sentido, cuando le corrigen alguna palabra que dijo mal. El pregunta ¿y yo qué dije?, cuando le responden, pregunta, ¿y cómo se dice?, y vuelve a decir ¿y yo qué dije? Sacando de sus casillas a su interlocutor.
Lo mecánico calcado sobre lo vivo.
al centinela que no puede evitar
la leve palpitación de los parpados.
el conocido tintineo
del mecanismo roto.
Por último, una de las máximas de Henri Bergson, en su ensayo "La Risa”, es el concepto de la acción mecánica calcado sobre lo vivo. Como un mecanismo en donde el cómico queda deshumanizado.
También ese " mecanismo" se lo puede ver más claramente sumándole los conceptos de lo repetitivo y lo involuntario. Ejemplos de esto son los tics, el tartamudeo, etc.
El mal funcionamiento del cuerpo, o de la mente, pensándolo como una máquina, que interfieren en la normal interacción. Y echan por tierra el rol que queremos representar en a la vida cotidiana. Ciertas rigideces evidencian lo no esperado en cada contexto. Lo que deberíamos ser y algo mecánico nos lo impide, provocando el error y la risa.