En el corazón de Palermo, un barrio donde la tradición tiene sonido de tambor, existe y resiste desde hace casi 25 años, un espacio donde se aúna el teatro, la pasión, la ilusión y lo humano. Nos referimos al Instituto de Actuación de Montevideo (IAM), fundado por Marisa Bentancur, Gabriela Irribarren y María Mendive. Tres mujeres, tres actrices, tres talentosas creadoras con una visión: formar a los artistas de nuestro país, desde una perspectiva integral. A lo largo de estos años, la escuela ha desempeñado un papel fundamental en la formación de generaciones de actores y actrices, nutriendo la escena de nuestro país con nuevos talentos.
Les propongo más que una entrevista, un encuentro informal, en el cual soy, simplemente, espectadora de todo lo que el equipo de la IAM tiene para contarnos. He tenido varias oportunidades de entrevistarlas y siempre me voy con una grabación diferente. Tienen tanto para decir, y lo hacen desde un lugar de compromiso y profunda convicción que se subraya en cada palabra. Su relato me lleva a un viaje a través de estos veinticinco años en los que, una idea se materializó en la enorme realidad que hoy es IAM. Las tres, son responsables de una parte importante de la cantidad de artistas que habitan nuestra escena. Me encanta dejarlas hablar, porque son actrices incluso en una entreviste, conocen el tempo y el justo momento en que le dan a la otra el pie para tomar la palabra sin pisarse. A través de sus relatos vamos a descubrir la rica historia de esta institución que nace sin fines de lucro y pensando en la necesidad de alimentar el alma de este pequeño país, escondido entre dos gigantes en el sur de América.
Nuestro medio las conoce, las valora, y siente en ellas una digna representación de la cultura uruguaya, porque han sabido tejer en sus carreras, en todas las áreas en las que se desarrollaron, la excelencia artística junto a una férrea ética. Debo disculparme con mis lectores, porque en mi escritura, la entrevista va naciendo de un relato, que no puedo evitar hacer. Tal vez de esto se trata la pasión. De un hacer cargado de impulso, en el cual, aun en un artículo, se pueda entrever ciertos márgenes de belleza y creatividad. Pero ahora sí, les dejo las palabras de quienes dirigen el Instituto de Actuación de Montevideo, hoy más expandidos. Son cuatro. Las tres gestadoras y un egresado de la Institución, que hablan de este lugar, donde no solo se forman artistas, también se siembra lo humano.
Gabriela Irribarren empieza haciendo un poco de historia:
“Nosotras tres somos egresadas de la EMAD (Escuela Municipal de Arte Dramático), de distintas generaciones. Después de unos años de carrera nos empezamos a juntar. Nuestra intención era crear una propuesta académica que pudiera hacer una revisión de lo que fue nuestra formación en la EMAD, con un sentido crítico, tomando de ella las cosas buenas y aquellas que experimentamos como carencia. Lo que primero nos saltó, en relación a eso, fue la debilidad que teníamos a nivel de formación – no en lo personal, porque las tres ya habíamos iniciado en el mundo audiovisual en varios medios- era comprender que el actor / la actriz necesita hoy en día incorporar el lenguaje audiovisual, en sus similitudes y diferencias con el lenguaje teatral. Así que estructuramos toda la formación de la Escuela, en función de esta necesidad. Vinculado con eso, entendemos que era importante hacer una síntesis en los componentes que se necesitan para afrontar la actuación en los distintos lenguajes. Vimos luego que el abordaje desde el arte escénico era tradicional, lo que estaba muy bien pero que era importante tener en cuenta los otros abordajes a la hora de la creación escénica, como toda el área de la improvisación que reúne una cantidad de técnicas que van desde experiencias corporales, grupales, es decir, diferentes trabajos que desarrollan técnicas para la creación escénica. Tener en cuenta, entonces, el tema del arte escénico y el tema de la cámara. Sobre esos tres pilares estructuramos toda la formación de la escuela que es integral. Se desarrolla a lo largo de cuatro años con un hilo conductor, con un sentido pedagógico en el cual el centro de todo es el estudiante que transitará diferentes etapas de estas tres áreas centrales más el entrenamiento físico y las materias que fomentan el desarrollo intelectual como, por ejemplo: literatura, historia del cine, historia del teatro, historia del arte, lenguaje audiovisual. Esto nos permite es idea de integralidad de áreas que se van sumando año a año. La propuesta académica ha sido muy exitosa porque retoma lo mejor de la tradición de nuestra formación en Uruguay e incorpora elementos nuevos que van en consonancia y se ajustan a la realidad del medio donde se van insertando las futuras generaciones. Algo que nos importa decir que todo esto siempre está sometido al análisis crítico permanente con el aporte de los y las docentes, revisando los contenidos. Es que claro, son casi veinticinco años de trayectoria y de generaciones que van cambiando, que presentan sus características propias a las que nosotras tenemos que estar muy atentas. Por eso es que hace un año incorporamos un nuevo integrante a la dirección: Agustín Urrutia – actor, director y egresado de nuestra escuela-. Agustín conoce muy bien el Instituto, y entendemos la importancia de su inclusión en el área de la dirección porque en algunos años, nosotras nos quedaríamos en la dirección académica, mientras que la ejecutiva pasaría a concentrarse en él y un nuevo equipo que serán, seguramente, egresados y egresadas”.
Como lo dije antes, las voces de ella se van sumando, aportando a este tejido de historias que necesitamos mantener viva. María nos cuenta ahora, otro aspecto de ese proceso que las dejó en este lugar clave, para el futuro del teatro uruguayo.
“Nosotras empezamos por lo más grande, que fue la constitución de la carrera, hace veinticinco años ya”
Ese número repetido algunas veces, como para dar cuenta del trayecto, me detiene. No sé si es asombro, si es la perspectiva de una escritora que cae una vez más en el tópico del tiempo, pero de repente las veo ahí, con sus mismos rostros tan presentes, de toda la vida, con una intención porosa, visible, desde el cuerpo al espacio que nos rodea, y no puedo más que sonreír. María me da el tiempo de reacción y continúa.
“Sí. Y empezamos por la carrera que trabajamos durante los dos primeros años y después le fuimos sumando el curso anual para todas aquellas personas que tenían ganas de hacer la experiencia teatral. Nosotras tres dictábamos ese curso, hoy ya son otros los docentes. Después sumamos niños y adolescentes en el entendido de que es una formación inicial para el buen desarrollo humano y ha sido un lugar hermoso en la escuela, ser testigos de ese proceso, de esos alumnos que empezaron con siete años y egresaron como actores y actrices luego de pasar por todos los programas de trabajo. De verdad es hermoso, ver a los niños crecer, incorporar materiales esenciales para la vida de las personas y para el universo artístico. Ellos además son pequeños actores que, al verles corroboras que estamos en un lugar donde vamos vivenciando y sintiendo lo mismo y que la edad no importa. Estando vivos podés desarrollarte en esta arte, simplemente porque es humana. Y lo humano es el valor al que necesitamos volver. Por eso el teatro, y todos esos trabajos que son humanistas tienen una potencia que es desde nosotras estamos mirando. Nos importa escucharnos, construir con el otro. Nos posicionamos en contra del individualismo, que es una de las crisis más importantes de este mundo actual. Todo esto se trabaja acá, desde los niños y con docentes egresados de nuestra carrera.
El año pasado abrimos la tecnicatura en la noche, con un programa donde se incluye el arte escénico, la interpretación ante cámara y la improvisación que son los troncos de la escuela. Entonces claro, mirando hacia atrás, nosotras empezamos por el centro de la escuela y de ahí nos expandimos hacia las demás vivencias y cursos. Estamos vivos y seguimos acá”
Dos conclusiones nada menores, si tenemos en cuenta el mundo mercantilizado, donde las cosas tiene un precio y nada parece medirse en términos humanos, ellas están muy vivas y siguen acá. Marisa comienza hablar con una voz calma que va tomando color y fuerza en la medida en que desarrolla la idea. Nos habla del equipo y en su expresión surge el convencimiento y la pasión que han acompañado, siempre, su profesión.
“Todo tiene su tiempo y es importante ser conscientes de eso. Si tenemos que pensar hacia atrás, para reconstruir el proceso, lo cierto es que hemos ido de a poco. Primero comprender que nosotras tres somos actrices del medio, conocidas, a lo que se suma algo que es fundamental, somos muy honestas. Laburamos muchísimo. Eso tienes su lugar. Por otra parte, están las decisiones, la convocatoria de docentes que son los que van a desarrollar los cursos. Nosotras, en este tiempo hemos tenido más de cien docentes. Nunca nadie nos dijo que no. Los compañeros quieren estar acá. Creo que, esencialmente, lo que ha significado la permanencia es: la ética, el rigor. Los compañeros que vienen a formar parte del equipo abrazan el proyecto, tanto como abrazan su escenario. Esto ha sido lo conmovedor. Nosotras muchas veces hemos tenido que decidir no cobrar, porque sostener esto era lo más importante. Y algunos compañeros, en momentos de crisis, nos han dicho que, si era necesario, no cobraban, pero la clase la seguían dando. Explicame ¿cómo sucede algo así en otro lugar del mundo? Es que tenemos compañeras y compañeros que comprenden el adn del proyecto”.
María aporta algo muy propio, que está anclado en la vivencia histórica del teatro: la matriz de la fe que lo atraviesa. Creer, aceptar y construir, desde la voluntad y la actitud, permite hacerlo posible.
En esta línea de ideas que se van volcando, se entrama todo lo que supone mantenerse y resistir en el territorio de las artes. Gabriela es una de las actrices más potentes de este país, pero también ha sido una mujer de gran compromiso político, tal vez por eso toma la posta y responde.
“La permanencia tiene que ver con el marco ético. Toda profesión lo tiene y nosotras hemos sido muy cuidadosas y hemos tenido siempre muy claro que eso define la orientación de una política educativa. Eso es un diferencial. El trabajo por cooperación y no por competencias es una concepción importante del arte. Un trabajo colectivo que no descuida el desarrollo individual pero que siempre parte de un marco colectivo. Una línea que no va en función de modelos o de modas, de estilos prefijados. Esto genera un entorno que, para quien viene acá lo siente, lo respira y lo transpira, con sentido de pertenencia. Porque esa visión la ponemos en práctica. Como equipo somos capaces de superar nuestras propias contradicciones y, fundamentalmente, porque somos tres mujeres trabajadoras del teatro. En ese sentido, el medio nos ha devuelto todo lo que hemos sembrado. El arte es generoso cuando tenés ese nivel de entrega. Creo que, parte de la permanencia, también es el éxito de la propuesta académica, porque nosotras recibimos de parte del medio la devolución de lo que supone encontrarse en escena con egresados de nuestra institución. Sin duda el contexto socio-político es fundamental. En estos últimos cinco años se sintió el vacío. Como nunca se vivió el desinterés por la cultura, la falta de fomento a la educación y al arte, desde lo institucional gubernamental y eso ha ido erosionando lo social. Ahora creemos que habrá un avance, una apertura porque es real que existen condiciones y decisiones político-culturales y sociales que favorecen o no el desarrollo del arte y también la preocupación que siempre hemos tenido en relación a la defensa de nuestro trabajo, de generar proyectos y tener claro que debe haber, además de la institución, en el afuera las condiciones necesarias para que, quienes decidan abrazar esta vocación, tengan un nivel de inserción laboral. Eso nos importa mucho a todas”.
Me interesa que ahonden sobre la visión de la pedagogía escénica, pero desde un diferencial respecto a esa tradición de la que han hablado. Responde Gabriela.
“A ver, nosotras sostenemos la perspectiva de esa tradición en el sentido en que somos eslabón de la historia. Hemos tenido la posibilidad de trabajar con grandes maestros. Todo eso pasó por nosotras y no lo negamos, hay un sentido histórico de conservar, en el mejor sentido de la palabra, la esencia de esa tradición teatral construida en el Uruguay, pero también hemos sido pioneras en quebrar esa línea EMAD – por decirlo de alguna manera- e incorporar nuevos elementos. Hemos creado otras alternativas, otros sistemas pedagógicos”.
La IAM ya cuenta con actores y actrices que están en nuestra escena haciendo carrera. En la charla participa uno de ellos, Agustín, que está asumiendo el rol de dirección en la institución. Su voz en este sentido, importa.
“Entré como estudiante de la carrera en el 2009. Desde ese año no me fui nunca más. Desde el primer trayecto como estudiante, las tres me dieron muchas oportunidades y desafíos. No solo a nivel académico, sino también a nivel labora. A partir de ahí empecé a generar mis primeras experiencias. En mis primeros trabajos volcaba toda la ética y la forma de hacer, que había aprendido de ellas. Pensando en eso que decían, del prestigio de la institución, yo creo que tiene que ver con el hecho de que el plantel docente es activo en el medio, eso es una política de la institución. Además, tiene libertad de cátedra más allá del programa. La IAM nos da a los docentes la oportunidad de expandirnos también artísticamente. Eso lo perciben los estudiantes. El aula no es solo una puesta en escena, siempre es una investigación del docente. Eso hace que se enriquezca la formación año a año. Volviendo a mi trayecto, en el proceso comencé a hacer asistencias, suplencias y después tuve la cátedra de Arte Escénico. Actualmente soy docente de primer año y de la tecnicatura. Tomando siempre de modelo a ellas tres”
Le interrumpo. Me interesa percibir cómo en su discurso y en su visión del universo escénico, las tres aparecen, cada tanto, incluso nombradas. Como, probablemente, en los cuentos de muchos artistas del país. No quiero exagerar, pero si hoy la Xirgu ya ha alcanzado en lugar de mito, vinculado a la enseñanza de teatro en Uruguay, ellas que están vivas y presentes y activas, no son un mito, por suerte, pero la dimensión de su hacer pedagógico se inscribe ya en eso tan importante que es “pasar la antorcha”. Lo han hecho con creces. Agustín es un ejemplo de eso.
“Siempre me proponen un nuevo desafío, como este, que me da la posibilidad de hacerme cargo de otras cosas, eso que hace a una institución y que siempre vi desde otro lado. Ellas me dieron esa posibilidad, confiaron en mí para eso. Es una hermosa oportunidad que acepté sin dudarlo”.
María aporta algo que es importante si pensamos en eso de la formación integral.
“En esta escuela te haces productor, gestor, mecánico, director, docente, compañero y compañera. Lo que sucede a nivel humano es fuerte”.
Se suma Gabriela para extender la idea.
“Quiero resaltar también a las funcionarias. Nosotras somos todas mujeres y Agustín, claro, en lo que es el staff fijo. Las funcionarias nos vienen acompañando de toda la vida. Realmente es una parte fundamental porque es el sostén de todo. Desde la limpieza a la administración, la producción de cosas del Instituto. Queremos además destacar a Carolina Bentancur que es la jefa administrativa y ha sido clave para la Institución. El concepto de cómo trabajar se entreteje con los vínculos humanos que permite la permanencia de todo el equipo”
María quiere insistir, porque es indispensable, en el perfil humanista de la institución y en ese sentido destaca el trabajo de la actriz Rosa Simonelli que, durante muchos años fue la consejera de la escuela y trabajó sobre lo grupal porque el ser humano, subraya, es el centro de todo, junto con el arte. Sigue con sus palabras
“Hemos pasado por mucho durante estos años, incluso resistir la pandemia. Para decodificar realmente lo que sucede acá se precisa tiempo y buenas miradas. Gente que estudie esto para poder plasmar de verdad todo lo que ha significado y representa la institución. Nosotras podemos hablar sobre la escuela, pero no sé, yo me siento tan en tránsito como persona y como artista que la conclusión no sé si la puedo sacar ahora. Desde el lugar en el que estoy, hago lo mejor que puedo, pero construyendo. Soy un eslabón. La observación y la investigación del arte está abierto. Hay que hablar de esto porque es un lugar de semilla”
¿Cómo cerrar esta nota?, ¿qué más aportar a esas palabras que abren la visión y contagian las ganas de apostar al desarrollo artístico en nuestro país? Desde sus relatos hemos visto que la propuesta marida lo ético con lo estético. Se piensa, se gesta y se construye un espacio con sentido creador, pero también con la oportunidad de expandirse a nivel personal. La visión de la escuela es política, desde una perspectiva original, porque el arte lo es. El aprendizaje artístico en IAM, lo dejan bien claro, es siempre desde el desarrollo humano. Esta escuela se abre a un teatro donde todos los cuerpos tienen un lugar. La ruptura con visiones hegemónicas de cuerpos para la escena es, sin duda, imprescindible. Con esto me queda invitarles a que las vean, las investiguen, a que las inviten desde los distintos territorios para conversar sobre lo que hacen. Y a los uruguayos y uruguayas, decirles que se atrevan a navegar en el IAM, esta aventura que les ofrecen.