¿Cómo surgió el proyecto de la obra Sueño de dos con Raúl Serrano y cómo fue retomarlo luego sin él? ¿Trabajaron con el autor o el texto ya les fue dado por Mariano?
IP: Primero Manuel Callau me propuso a mí que hiciéramos algo juntos. Nosotros habíamos sido compañeros en los cursos de Serrano a fines de los 70, estuvimos juntos en Los siete locos, en el año 81 y después hicimos alguna película, unos radioteatros en la pandemia y pospandemia, pero no habíamos vuelto a compartir escenario. Y entonces a Manolo se le ocurrió convocar a Serrano, que había sido nuestro profesor, y él se entusiasmó con trabajar con nosotros, sus alumnos de aquellos años. Serrano había visto una obra de Mariano Saba, Tibio, y le había interesado mucho. Fue una hermosa casualidad, porque Raúl no estaba yendo mucho al teatro, justo vio esa obra, y yo ya le había hablado a Manolo de Mariano Saba, porque yo trabajé en Madrijo, una obra suya y me parece un autor excelente. El hecho de que Raúl hubiera visto una obra de él fue muy importante, porque no es lo mismo convencer a personas sobre la base de una opinión que ya habiéndolo conocido en un trabajo. Entonces lo convocamos a Mariano. La obra no existía, se fue generando a partir de lo que se charló, cosas que le estaban interesando a Raúl, cosas que nos interesaban a nosotros, cosas que venía trabajando Mariano. Al tiempo, Mariano nos trajo las primeras diez páginas, que son las del comienzo de la obra. Las leímos y le dijimos: sí, es por ahí. Se tomó por supuesto otro tiempo más, dos, tres meses y nos trajo la obra terminada, que nos encantó. Empezamos a trabajarla con Raúl, llegamos a hacer cuatro ensayos. Y Raúl, desgraciadamente, falleció a sus 89 años, lúcido, espectacular, amoroso y lleno de vida. Nos era muy difícil seguir porque no era sólo conseguir otro director, Raúl era parte de lo que se había pensado, de lo que se había querido hacer, de las ideas, del modo. Entonces eso nos significó una larga interrupción. Cuando apareció el nombre de Daniel Casablanca, nos pareció ideal que pudiera ser el director. En ese momento Daniel tenía compromisos de trabajo, así que también hubo que esperarlo. Finalmente, arrancamos este año, allá por abril, pero poquito, porque por cuestiones de agendas de trabajo tuvimos que parar. Por suerte apareció el productor Pablo Pérez Iglesias, que la verdad fue quien posibilitó que se estrenara ahora, él habló con la gente de La Plaza. En realidad, éste era un proyecto de teatro independiente, pero fue nuestro productor quien lo pensó así: los martes en la Sala Picasso -por lo menos durante el verano-, y después veremos qué otros recorridos podrá hacer el espectáculo. Ahí sí, ajustamos los tiempos. Por un lado, hacía mucho que estábamos con este proyecto, pero hacía poco que podíamos realmente ponernos en foco. Y Daniel lo asumió con muchísimo compromiso, con mucho amor y con toda su sabiduría, su sensibilidad y su humor, que la obra lo requiere y lo tiene tanto. Y con la imprescindible colaboración de Guadalupe Bervih en la codirección. Nosotros quedamos muy felices de poder estrenarla finalmente, después de tantas vicisitudes y obstáculos en el camino, porque más de una vez tuvimos la duda de si se iba a poder hacer. Y felizmente sí.
Sos parte de una familia de artistas con un fuerte compromiso con el teatro independiente, integraste el elenco estable del Teatro General San Martín. La obra, entre otros temas, habla de ese mundo. ¿Qué espacio creés que queda para ese teatro que sueña con cambiar al mundo?
IP: Por esos azares de la vida me tocó estar en Teatro Abierto siendo muy joven y fue algo tan conmovedor lo que pasó, que me quedó para siempre la nostalgia de un teatro que incidiera directamente en la realidad. El teatro siempre es político, el teatro siempre es social. Pero esa experiencia de, en un momento tan particular, crear una resonancia social fuerte desde el teatro, me marcó. Después también estuve vinculada a Teatro por la Identidad, que sigue siendo un teatro al servicio de una causa social que es la recuperación de los nietos. Lo que pasa es que en este momento, no sólo para el teatro sino para el mundo mismo, lo político tiene otro peso que el que tenía en mi juventud, y en los jóvenes de mi juventud, sobre todo. Quienes pasamos por aquello nos quedamos para siempre con esa ilusión y ese deseo. Cuando Sueño de dos fue escrita era otra situación del país, y ahora que la estamos haciendo en este contexto, creo que tiene un valor extra. Hay algo de nuestra identidad, de la importancia de la cultura para los argentinos, de la importancia del teatro, del amor al arte, del amor, de cómo eso nos representa y de la búsqueda de sentido. Cuando todo se va muy para el otro lado, hay un montón de gente que queda desatendida de una cierta representación. Y en ese sentido quizás hoy sea el momento para un teatro que ocupe el lugar de lo otro. El lugar de lo que resiste a lo que se volvió muy dominante, Y no quiere decir que el sector que resiste sea pequeño, quizás es que está desarticulado, o no hay una expresión o una representación muy clara. Pero cuando aparece algo que puede reunir parte de aquello que no es lo dominante, pero que está vivo y ardiendo, todo eso se enciende, cobra un sentido y encuentra un modo de ser.
En Sueño de dos en un momento se dice “el escenario es lugar sin miedo”. ¿Qué es el escenario para vos?
IP: Un lugar sin miedo. Me causó gracia que Mariano pusiera eso en escena porque es algo que yo siempre sentí. El escenario es un lugar seguro para mí, que soy muy miedosa a muchas cosas, a los aviones por ejemplo y si me corrés hasta a los ascensores. Pero al escenario, no. No ahora que hace muchísimos años que los transito, siempre fue para mí un lugar de juego. Y un lugar de juego no es uno de miedo, es un lugar de libertad, de encuentro, de imaginación. Bueno, ¿qué puede pasar en un escenario? ¿Que no guste una obra? Siempre a alguien no le va a gustar, después habrá otras, antes hubo otras, es una obra de teatro. Es un juego, con toda la seriedad de un juego, en todo caso. Ya dijo Nietzsche: “no conozco ningún otro modo de tratar con grandes tareas que el juego”. Y para mí el escenario es un lugar de fiesta, es un lugar de celebración.
Cae la noche tropical, Yo, Fedra, El Zoo de Cristal, Bergman y Liv Papá Bianco y los Alonso y ahora Sueño de dos ¿Cómo te preparás para cada nueva obra y luego para cada función? ¿Cómo hacés para encarnar todos esos personajes, tenés algún tipo de organización ya establecida?
IP: Todo va ocurriendo azarosamente, ninguna organización. Y el hecho de hacer más de una obra a la vez, fue ocurriendo así, lo hice desde muy jóven por distintas razones, y muchas veces el mismo día, corriendo de un teatro al otro. Para mí no es un problema. Lo que siempre defiendo es el descanso, por eso a mí no me hagas madrugar, porque si yo a la noche tengo que estar plena de energía y atención y disponibilidad de mi cuerpo y mi voz, no me puedo levantar 12 horas antes. Eso sí, pero ir de un teatro al otro no me resulta ningún problema. Yo, si estoy descansada, tengo mucha energía. Y es un juego, es entrar y salir. Lo que no me gusta mucho es ensayar dos obras a la vez, porque para mí el proceso de ensayo es como embarazarse de algo. Pero una vez que el niño ya está fuera, no es complicado para mí ir de un personaje al otro, porque ya hay algo que está organizado, cobró forma en mi cuerpo, en mi psiquismo, y la letra ya la sabe mi boca, la sabe mi cuerpo, es un mundo que ya está creado y ya sé cómo convocarlo. Crearlo sí me requiere una atención más exclusiva, pero ya después la atención se puede compartir, entrás a un mundo y viene ese mundo, entras al otro y viene el otro.
En la obra hay un momento hermoso donde tu personaje cuenta una anécdota de su madre que es como un pequeño breviario de actuación (mientras recitaba un poema le dice que para poder hacer ver un arpa primero la tiene que poder ver ella) ¿Qué consejo le darías a lxs jóvenes actores y actrices?
IP: Lo que te puedo decir es que cuando comencé a actuar me empezó a ir bien antes de estar muy segura de mis posibilidades. Y al principio era muy autocrítica. Con el tiempo me di cuenta de que yo quería que el personaje me “tomara” absolutamente y si no pasaba eso me parecía que no estaba actuando bien. Hasta que descubrí que actuar es esa oscilación, es todo el tiempo esa lucha con la incertidumbre, esa cuerda floja, y por eso no te aburre y por eso cada función es distinta. Porque hay algo que uno no termina de agarrar, es algo que estás todo el tiempo creando y recreando. Después comprendí que ése es el placer de actuar, de cada vez estar en el malabarismo de sostenerte en esa incertidumbre y navegar en eso que nunca podés terminar de decir: ya está, es ésto. Porque además entrás y salís, hay cosas que atender como la luz o dónde pararte, no estás enajenado. Ese es el juego que cuando aprendí a disfrutarlo me volvió muy placentera la actuación y perdí la cuestión autocrítica extrema de la juventud. No es exactamente un consejo que yo pueda dar. Pero sí es compartir mi experiencia. Y con los años veo, lo vi en muchos actores, -es difícil verse a uno mismo, pero verlo en los otros es más fácil-, cómo con el tiempo se afina el trabajo, cuando la persona tiene real deseo y dedicación. El trabajo del actor se afianza con el tiempo, a diferencia de lo que a veces pasa con otras profesiones. Pienso por ejemplo en algunos escritores como Tennessee Williams o Rimbaud, esos que de muy jóvenes han tenido una inspiración increíble y después no han logrado quizás alcanzar su propia altura. En los actores es muy raro que pase eso. Cuando hay trabajo, el ser actor crece en el tiempo. Hay una frase que me gusta mucho de un libro de Peter Brook, donde cita a un actor de una cultura oriental que dice que actuar es dar testimonio de lo que uno ha vivido y comprendido. Eso es lo que vuelve rica una actuación; y en la vida, con los años, uno vive más y comprende más. Puede no ocurrir, pero normalmente sí. Entonces ese testimonio se vuelve más rico, con más matices, con más profundidad, con más variación, más contradicción. Y finalmente sí, la actuación es eso, es ese testimonio de todo lo que uno comprendió y vivió.
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“Sueño de Dos” se presenta todos los martes de enero y febrero a las 20 hs. en la Sala Pablo Picasso del Paseo La Plaza.
“Cae la noche tropical” se reestrena el sábado 8 de febrero a las 20 hs. en el Teatro Hasta Trilce.
“El zoo de cristal” vuelve con entrada gratuita los viernes y domingos de febrero (7/9/14/16/21/23/28) a las 19 hs. en el Centro Cultural Borges.
“Yo, Fedra” retornará a escena los viernes de marzo a las 20,15 hs. en el Centro Cultural de la Cooperación.
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Foto: Nacho Lunadei